domingo, 21 de octubre de 2007

La Chica del Tres en Raya



Yo vendía tebeos y pegatinas en la calle, en un pequeño puesto , era verano, yo era muy joven, el fuego del fin de Julio buscaba soldarnos al asfalto del paseo marítimo, quizás sólo fue el calor, el calor que vomitaba el suelo fundido a la caída del sol, el calor húmedo de la costa. De repente cesó el murmullo, el calor empezó a frenar la velocidad de la vida mientras giraba mi cabeza hasta que nuestras miradas se cruzaron con un estruendo metálico, entonces el calor detuvo a la realidad.

Estaba de pie frente a mí, huyendo,sudando, mirándome suplicante con aquellos ojos verdes, se aferraba a sus tesoros de madera , pequeños juegos infantiles que vendía en la playa por trescientas pesetas, envueltos en un plástico transparente, lleno de arena, estaba huyendo, sus sandalias, su pelo liso y moreno lleno de trencitas de colores, sus pulseras de cuero y su colgante con el símbolo de la paz, un pequeño bolso de tela donde guardar el cambio y el papel de fumar; y la energía, la energía que irradiaba que me mantenía inmóvil, incapaz de articular palabra, durante dos o tres segundos todo se volvió negro excepto su aura, en ese momento lo hubiera dejado todo para seguirla, sabiendo que hacía lo correcto, que había encontrado a mi dueña; reaccioné apenas, y le señalé un hueco en la mesa de mi parada, seguía sin poder hablar, el flash verde de su mirada seguía ejerciendo su efecto catatónico.

Se acercó y dejó su mercancía en aquél hueco salvador, entre los dos la medio ordenamos y le puse una cartulina con un precio escrito a rotulador, bienvenida al mundo de la venta legal, y el motor del mundo volvió a arrancar y acelerar;
in extremis,
la pareja de la municipal surgió de la nada para examinar mi permiso de venta ambulante callejera, el desgastado papel plegado que para ella era un mágico talismán,
Lo desplegaron, lo volvieron a plegar y me lo arrojaron despectivamente encima de la mesa, desaparecieron ;
no me dio las gracias, recogió sus cosas, dio media vuelta y se fue, la miré como se alejaba, pensaba tantas cosas y a tal velocidad que no pensaba nada, era como ver alejarse un cometa, una gran bola brillante perseguida por una estela de luz, seguía sin tener clara la noción del tiempo, quería preguntarle su nombre, decirle que esperara, correr tras ella...pero no podía, era demasiado pronto para recuperar el autocontrol, anduvo hasta llegar a una esquina, entonces se giró hacia mí , levantó su mano derecha y desapareció, nunca la volví a ver.

Han pasado muchos años, he cambiado la calle por un despacho con muebles de roble y los permisos municipales por licencias de exportación, pero en algunos días de Julio, cuando como por casualidad miro el ocaso, aún me sorprendo soñando que veo aquella luz verdosa irradiando , que siento aquella energía que eclipsaba sin esfuerzo a la del sol del Verano.
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