lunes, 3 de diciembre de 2007

Domingo Lluvioso


Me gustan los domingos lluviosos, me gusta notar como salta la alarma del detector de presencia de la cama porque te acabas de levantar para ir al baño, despacito, en silencio, milímetro a milímetro, procurando no despertarme, me gusta oír con los ojos cerrados el murmullo de la ducha, y que el agua contaminada de espuma y champú que huye por el desagüe le preste su sonido a las trazas de lluvia sobre la persiana a medio cerrar, entonces juego a fingir que sigo durmiendo y te espero paciente, disfrutando de esos momentos mágicos a caballo entre la noche y la vigilia, cuando soy consciente de que sueño, con la tímida luz gris de Noviembre; según arrecia la tormenta, oigo el grifo cerrarse, y entonces otro sonido, como de roce, oigo la toalla humedecerse sobre tu cuerpo empapado de agua caliente y a medida que te secas el aire me transfiere tu humedad, pero no voy a levantarme, no voy a despertar, no aún, cierras la puerta muy despacio y vuelves de puntillas sobre el parquet, con el albornoz puesto, pero daría igual que levitaras, no puedes renegar de ese olor con el que imantaste las sábanas, te acercas para comprobar que sigo dormido y sin aviso y sin abrir los ojos te atraigo hacia mí en un movimiento súbito, sabes que me encanta que no te seques el pelo del todo, ahora dime que no lo has hecho a propósito, y entonces me protestas riendo que te acabas de duchar, me mientes y me pides que me esté quieta mientras te deshago el nudo del albornoz, me preguntas entre más risas qué hago ,como si no lo supieras, mientras mi lengua pasea por tu cuello, que qué hago, como si no te delatara la suave transformación del timbre de tu voz, y así amanecemos con el sol escondido y consumimos nuestras dos primeras horas de lluvia, es entonces cuando me dices en tono pícaro “pues no tiene pinta de parar de llover” y propones que no nos levantemos de la cama en todo el día, total ya es casi la una y con la que está cayendo fuera...sí, con la que está cayendo fuera y con la que está cayendo dentro, busco en la mesilla el teléfono del restaurante japonés de la esquina y encargo que nos traigan algo de comer, “tardan tres cuartos de hora”, “pues algo habrá que hacer mientras vienen” dice tu mano según va bajando por mi ombligo, cae más lluvia, cae otra tormenta, suena el timbre, sólo entreabro la puerta y asomo mi cabeza para recibir al repartidor, le pido que se quede con el cambio y vuelvo a nuestro módulo de aislamiento particular, comemos del mismo plato viendo las noticias, caray tal como está mundo ya hacemos bien quedándonos ya, la tarde pasa entre escaramuzas ,malabares y cabezaditas y despertares de agotamiento, sigue lloviendo, cae otro rayo, le persigue otro trueno, la oscuridad vuelve hacerse la dueña y señora de la habitación, hay que encender ya las luces, mira ¿ves?, para que luego me digas que no cambiamos, normalmente se nos hace de día, hoy se nos ha hecho de noche.

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