viernes, 11 de enero de 2008

Los Duendes


De niño me gustaba imaginarme historias sobre la gente que veía por la calle, era como ir al cine, improvisaba tan rápido que yo mismo no sabía por donde iba a ir la trama, luego esta extraña costumbre la apliqué también a las vallas publicitarias, si el o la modelo me llamaban la atención por cualquier motivo la valla sufría una extraña metamorfosis en una pantalla de cine de la que yo era el único espectador del estreno.
Navegando por internet descubrí esta foto tan curiosa y esto es lo que se me ocurrió:


¡Vaya la luz está encendida, qué cabeza la mía!..., recuerdo que pensé eso , fue el lunes al llegar a casa por la noche , justo ahora hace un milenio , cuando aún la vida era normal, si es que hay alguna vida normal, por la mañana lo había olvidado, después de todo tampoco es tan grave ni tan raro dejarse la luz encendida, y más en lunes a las siete de la mañana.

El martes cuando bajé del coche y miré a mi ventana no podía creerlo, esta vez tenía perfectamente nítida en mi cabeza la imagen de mi mano accionando el interruptor, pero era mi ventana, la luz que se destacaba en la fachada provenía de mi ventana sin la menor sombra de duda, evidentemente había alguien en mi casa, el ascensor me elevó lívido hasta mi rellano, la cerradura estaba pasada, giré lentamente la llave conteniendo la respiración, abrí la puerta con un ligero temblor y entré, no había nadie, sólo mi ausencia, me preparé un vaso de leche caliente con miel y me di una ducha, siempre me ha ayudado a pensar con claridad, a usar mi oxidada mente de científico, bien pensemos en las posibilidades, saqué mi pilot y empecé a considerarlas, a pesar de ser una persona cien por cien racional debo admitir que el aire me parecía más denso, entendí perfectamente el significado de la frase “sentirse observado”, sabiendo que era sólo mi mente la que enviaba información a mis sentidos y no a la inversa, me centré en lo que escribía

Alguien tenía la llave de mi casa y había entrado estos dos días, pero estaba todo exactamente igual, exploré cada rincón en busca de algún detalle, algo diferente , pero nada, sólo el maldito interruptor, sin embargo ésto tenía que ser , me obligué a escribir las otras posibilidades simplemente para tacharlas y sentirme mejor.

Me estoy volviendo loco o amnésico o ambas cosas.

Mi casa esta construida sobre un cementerio indio


Bueno me puse a pensar en quién podía tener la llave, la posibilidad de una ex realizando un jueguecito a caballo entre la broma de mal gusto y una venganza de folletín barato era la más plausible, claro que no es el estilo de ninguna y tampoco hay tantas pero ¿Se llega a conocer realmente alguna vez a alguien?, pues nada, solución fácil mañana no voy a trabajar con cualquier excusa, llamo a un cerrajero de urgencia y asunto concluido, dormí como un bendito, el miércoles fue un día realmente relajado me proporcionaban una sensación de bienestar adicional la novedosa compañía blindada de mi nueva cerradura y el viento gélido de la calle besando las ventanas.

El jueves fue un día extraño , sólo tenía la cabeza puesta en volver a casa ,miraba el reloj cada cinco minutos, conduje de regreso a toda velocidad, como si estuviera a los mandos de un videojuego, apenas entré por mi calle empecé a mirar hacia mi ventana, respiré hondo, la luz estaba apagada, llamé sonriente al ascensor, pulsé mi piso, hacía mucho tiempo que no me sentía tan relajado, giré la llave. No lo oí hasta que cerré la puerta, el rumor inconfundible del agua corriendo, el cuarto de baño, el vaho se filtraba por debajo de la puerta, debía llevar horas saliendo el agua caliente, fue como si me noquearan de un directo a la mandíbula sólo para caer sobre un resorte que me ponía en pie de nuevo, no era descartable que alguien entrara en mi casa cuando yo no estaba, pero la teoría de que era yo el responsable ahora había subido considerablemente enteros, pasé la noche en vela. Sé que no estoy loco, es imposible que nadie acceda a las ventanas de un piso 14 así que me centré en la puerta, en pensar en algún método de asegurarme si se había abierto en mi ausencia, algo con pelos, como hacen las adolescentes histéricas con sus diarios, con marcas de rotulador con un papelito en el quicio, finalmente me decidí por los más simple, dejé la marca de mis dientes en un trocito de chicle de menta y lo ajusté entre la hoja y el marco, cerca de una bisagra, con sumo cuidado, si la bisagra se movía forzosamente dejaría marca en el chicle, además es imposible devolverlo a su estado original con la marca dental.

No ha habido viernes, dominado por la contradicción entre desear que el tiempo sea un bólido y la angustia de no querer volver a casa, el día al fin pasa, conduzco como un zombie, llego miro la ventana, la luz está apagada, llamo al ascensor, subo, miro el chicle, está en su sitio, lo quito, son mis dientes, acerco la oreja a la puerta, no se oye nada, absolutamente nada, un placentero silencio, un bendito silencio, abro la puerta, todo normal, examino la casa con satisfacción creciente, la cocina, el cuarto, el aseo, el comedor, la estantería... un momento, la estantería, miro la estantería, mis libros, están cambiados, yo no los dejé así, no recuerdo exactamente como estaban colocados pero no es esa la imagen mental, hay algo que no cuadra seguro, leo de izquierda a derecha los títulos y noto mi sangre congelarse y licuarse a la vez, no puede ser casual...


Nacido en viernes
Ocho
El Médico
Sin Novedad en el Frente
Tiempo de Silencio
Alexandros el Hijo del Sueño
Salamandra
Sin Noticias de Gurb
Once minutos
La Conjura de los Necios
Otelo

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