viernes, 4 de enero de 2008

Las Mujeres Invisibles


Tenían muchas más bolsas que manos, se podían adivinar las marcas que los plásticos iban dejando en los dedos según el suelo buscaba besar su contenido por la ineludible Ley de la Gravitación, las yemas amoratadas por la falta de circulación sanguínea y el frío y la lluvia.
Caminaban por el lado derecho de la calzada una detrás de la otra con el cuerpo inclinado hacia delante para afrontar la cuesta que describe la carretera al cruzarse con las vías del tren, la niebla salía de entre los naranjos a la altura de las rodillas para torturarlas con su caricia gélida.
Frené a su lado, puse los cuatro intermitentes y les hice una seña invitándolas a subir, algunas carreteras locales no tienen bifurcaciones así que era evidente que compartían destino con todos los coches que por allí circulábamos, me dieron las gracias en un horrible castellano y con cara de asombro pero sonriendo subieron las dos al asiento de atrás, lo encontré raro que se asombraran, no podía explicarles que para mí lo raro era no parar y llevarlas con la que estaba cayendo, les dije que hicieran autostop a lo que contestaron “nadie parar”, al bajar la cuesta de las vías vi al resto, formaban una especie de Santa Compaña femenina en viernes por la mañana, debía haber unas treinta, todas con sus bolsas de plástico, todas invisibles, todas en fila india por el lado incorrecto del asfalto para circular a pie, lamenté no poder llevarlas a todas, me dijeron que venían de “Banesto”, la deducción de lo que había sido su mañana era muy fácil, y el cálculo mental también, entre ida y vuelta unos 14 Km a pie a escasos 5 grados centígrados, la mitad del viaje cargadas, “No autobús”, “sí no autobús”, pensé que sí que hay autobús entre la playa y el pueblo, pero sólo en verano, lo pone el ayuntamiento y además es gratis pero vosotras no votáis aquí, así que es como si no existierais, me alegré de no saber su idioma y no tener que explicarles eso, sentí un poco de vergüenza. En pocos minutos las dejé al lado de su casa y bajaron del coche dándome otra vez las gracias a dúo mientras les decía adiós con la mano y de nada con la voz.

Me pregunto qué mundo estamos construyendo si lo extraño es no tener miedo de los que te puedan hacer dos mujeres ateridas y empapadas , cargadas con bolsas de supermercado y frenar, lo rápido que hemos olvidado que hace menos de una generación la gente de aquí era la que emigraba, que eran nuestros padres y abuelos los invisibles.
Besos en Technicolor, bien visibles

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuánta razón linda y mierda de miedo :)

Anónimo dijo...

Cuánta razón linda y mierda de miedo :)

dousmars dijo...

Sí mala, mierda de miedo que nos hace perdernos tantas cosas, que nos hace ser tan desconfiados.
besos